"Es prácticamente imposible entender como funciona la biología fuera del contexto del entorno"
- Robert Sapolsky -
El 12 de octubre de 1492 las carabelas La Niña y La Pinta, capitaneadas por la nao La Santa María, con Cristóbal Colón al mando, arribaron a las costas de la isla de Guanahani en las Bahamas, actual San Salvador. Aquí empezaría su periplo y su conquista del nuevo continente, que más tarde imitarían Francisco de Pizarro y Hernán Cortés, tanto en Sudamérica como en Mesoamérica. A bordo de las tres naves, y también de las centenares que llegarían durante los meses y años posteriores, unos invisibles polizones se convertirían en el mejor aliado de las tropas invasoras. Tras dos meses de travesía en alta mar, rumbo a las desconocidas Indias, la falta de aseo, la escasez de agua potable, las carencias alimentarias, las plagas de a bordo y los marineros enfermos desde su origen hispano portugués, hicieron desembarcar en las costas mayas los peores demonios que esta civilización podía aguardar, los virus. Cepas de viruela, gripe y sarampión se expandieron como el humo. Este ejercito diminuto, aliado interesado de los españoles, mató al 90% de la población indígena, unos 50 o 60 millones de habitantes según los estudios más conservadores, en los veinte años siguientes al 12 de octubre de 1492.
El impacto que se produce al colisionar dos mundos tan contrapuestos entre si, respecto al resultado de los acontecimientos, no puede predecirse ni está sometido a ningún control estratégico. La victoria de la conquista española, gracias a la microbiología patógena, fue del todo casual, sin embargo tuvo réplicas posteriores intencionadas en los exterminios de los indios norteamericanos, donde a la población india se le ofrecía regalos infectados con viruela. Estos ejercicios bélicos, mediante el uso de enfermedades, ya se utilizaban en la Edad Media catapultando animales en estado de descomposición por encima de las murallas fortificadas de los castillos. También en la antigüedad encontramos el uso de infectados por la peste para el posterior contagio de las tropas enemigas, según nos cuentan algunos textos hititas, actual Turquía, del año 1.500 antes de Cristo. La facilidad de transmisión de los virus y bacterias, unidos al movimiento del ser humano a través del planeta en sus innumerables conquistas territoriales, convierte a esta parte de la biología en el verdadero ejército colonizador.
En la actualidad la conquista espacial es el paradigma principal para abordar la preocupación de una expansión biológica no controlada. Según informó la Asociación Americana de Microbiología, la ASM2014, la NASA envió al Rover Curiosity hacia Marte con centenares de cepas de bacterias como polizones a bordo, sin conocimiento ni control. Los análisis realizados por esta asociación, sobre las muestras recogidas del Rover antes de su lanzamiento, revelaron la existencia de unas 370 cepas de Bacillus de más de 60 especies distintas de estas bacterias. Si bien es probable que los ejemplares que llegaron al planeta rojo no hubiesen sobrevivido, los datos recogidos durante las pruebas realizadas a estas bacterias en la Tierra, mostraron que un 11% de las cepas fueron capaces de resistir las inclemencias simuladas de Marte. Fueron sometidas a elevadas y bajas temperaturas, a niveles de radiación ultravioleta y PH elevados, y a desecaciones extremas. Un reducido grupo lograba adaptarse a los cambios severos experimentados, mutando así sus propias defensas y resistencia.
El hombre no ha logrado todavía realizar un paseo por las llanuras de Marte, no obstante si ha colonizado sus arenas con los mismos ejércitos que portó Cristóbal Colón a las américas, a bordo de las barcazas imperialistas. A pesar de los exigentes controles realizados por la NASA, antes de cualquier lanzamiento, el contagio del Curiosity se produjo dentro de sus propias instalaciones, en concreto en las llamadas Salas Blancas, estancias teóricamente asépticas y bajo un riguroso control de esterilización del material utilizado. Si en plena carrera espacial en el siglo XXI, con los medios y sistemas capaces de detectar y evitar estas situaciones, se escapan casi 400 cepas bacteriológicas hacia la conquista marciana, no sería negable que en 1969 también colonizásemos la Luna con unos cuantos miembros de esta diminuta amenaza, o pensar que cualquier satélite o sonda espacial enviada hacia el cosmos esté sembrando el Universo de microorganismos terrestres. Con los datos descritos, también podríamos decir: probablemente terrestres.
Cuando valoramos los porcentajes de posibles contaminaciones cósmicas, comparados con el número de lanzamientos espaciales, de cualquier índole y país, estos resultan alarmantes. En 2015 ya se publicó un artículo, en la revista de divulgación científica Microbiome, que alertaba de la contaminación de la Estación Espacial Internacional, ISS, por bacterias, virus y hongos procedentes de los propios astronautas que realizan los relevos en órbita, a más de 400 kilómetros sobre la superficie terrestre. Las muestras recogidas mostraban principalmente ejemplares de Bacillus y Staphylococcus, siendo un riesgo matemático en futuras misiones tripuladas a Marte. Recordemos además las cepas que el Curiosisy transportó hace unos años y que actualmente podrían haberse convertido en algo más que microorganismos unicelulares.
Las bacterias son los organismos más abundantes de nuestro planeta azul, estando presentes en todos los hábitats conocidos, por extremos que estos sean, y pensar que solo residen en nuestro planeta es un grave error. Algunos microorganismos como el Pandoravirus, cuya genética solo coincide en un 6% con el resto de la vida en la Tierra, podría, con toda probabilidad, haber llegado procedente de los abismos cósmicos. La infección planetaria podría no ser solo un descuido de nuestra conquista espacial, pasando a formar parte de algo habitual y producida a través de meteoritos, asteroides y cometas, o incluso de sondas galácticas de otras especies de habitantes de este universo. Quizá, después de todo, el ser humano tan solo sea la evolución de una bacteria que viajó como polizón en una nave espacial hace millones de décadas, de igual modo que aquellas que el Rover Curiosity exilió en Marte hace unos pocos años.
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Cepas del virus de la viruela aumentadas |
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NASA. Investigador analizando una Sala Blanca |
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